“En todo momento y en todo lugar del cambiante paisaje están escondidas fuentes primordiales de energía, y por debajo de los fenómenos fugaces hay manantiales de abundancia”. Habermas Jünger

El filósofo español Antonio Escohotado sostiene que desde la época del florecimiento de la Cultura Griega (Siglo XII A.C. Hasta el año 146 A.C. en que los romanos la someten y la convierten en una provincia de su imperio) dos formas de ver y asumir la vida han definido las sociedades y los tiempos. En esa Grecia Antigua la división se dio entre espartanos y atenienses. Los primeros veneraban la guerra, el sacrificio, la pobreza y el ejercicio de la autoridad basado en la represión, la fuerza y el miedo. Los segundos promovieron el comercio, la educación, las artes, el intercambio pacífico con otros pueblos y los acuerdos políticos. El resultado: En Esparta, una sociedad agobiada por el hambre, el odio y la desconfianza, sin ninguna movilidad social, salvo para los guerreros saqueadores y las castas sacerdotales. En contraparte, una sociedad ateniense próspera que legó a las sociedades de occidente invaluables avances en la ciencia, la filosofía, el arte, la arquitectura y los primeros procesos democráticos en sus sistemas de gobierno.
Esa dualidad se ha presentado en distintas épocas y bajo distintas máscaras: cristianos vs. paganos, moros vs. cruzados, inquisidores vs. científicos, conquistadores vs. nativos, alemanes vs. judíos, entre otros.
Las historias, aunque en épocas y condiciones muy disímiles, nos muestran buenos ejemplos de cómo una parte de la humanidad HONRA la vida y se compromete con el mundo y sus habitantes, mientras otra parte transita con envidias, resentimientos y odio a los demás; y no satisfechos con su autodesprecio, desean que el mundo entero muera con ellos.
Hoy, a punto finalizar el 2022, algunos matices de esa historia se empeñan en hacer parte de nuestra realidad, se empeñan en clasificarnos y dividirnos, los vendedores de pánico no desisten, se anuncian nuevas y terribles pandemias, crisis económicas y climáticas, escasez de alimentos, problemas de salud mental y otras muchas predicciones apocalípticas que exigen de toda nuestra capacidad de análisis para no caer en el espiral sin fondo de la desesperanza, de toda nuestra capacidad de adaptación para modificar nuestros hábitos si es necesario, sin renunciar a la capacidad de seguir soñando y seguir amando la vida. Por fortuna, el tiempo nos ha permitido aprender y como decía mi abuelo Pacho cuando la información estaba confusa: “¡Ojo nanita, no creas todo lo que oyes, porque hay varios por ahí que nos quieren enredar…”! Es imperativo revisar el contexto, no tragar entero, recuperar nuestra autonomía mental y física, cuidar nuestro ser esencial y tomar distancia del miedo que reduce nuestra capacidad de imaginar y obrar.
Es el momento de cerrar la entrada a nuestro entorno de esas voces que aúllan, que se quejan continuamente incluso de dolencias y desastres que todavía no existen, pero que tratan de convertir en realidades indiscutibles. Usemos la creatividad y la afirmación vital para conocernos, amarnos y amar a los otros, buscando equilibrio en nuestras emociones y crecimiento en nuestra personalidad. En el interior de cada uno, siempre que se haya aprendido a pensar libremente, hay una especie de brújula que, si bien muchas veces no nos dice lo que tenemos que hacer, casi siempre nos dice lo que NO tenemos que hacer y esa voz interior hay que saber escucharla. Mucho ánimo y amor, es momento de ser aún más valientes y entender que, a lo mejor, el error está en pensar que estamos en el OCASO cuando en realidad es el AMANECER.
Abrazos y muchos buenos amaneceres para el 2023.
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